Desde hace diez días, Kobi Tzafrir, el dueño del restaurante israelí Hummus Bar, harto de la creciente intolerancia de las fuerzas extremistas de ambos lados, judíos y árabes, decidió llevar a cabo una gran iniciativa: animar a que gente de distintas culturas se sentaran a comer en la misma mesa. ¿Cómo atraerlos? Muy fácil, ofreciendo un «excelente hummus árabe y un falafel genial», dice el cartel y añade: «ya seas árabe, judío, cristiano, hindú, etc.». Y encima con un cincuenta por ciento de descuento.
Desde entonces, el dueño asegura que ha conseguido sentar en varias mesas a gente de ambas culturas, árabes y hebreos, incluso personas de una cultura tan dispar como la japonesa, que han visto la iniciativa y se han querido acercar. Un pequeño y simbólico paso para acabar con un odio sin sentido que no lleva a ningún sitio.
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